Allí donde se pone el Sol...Al Oeste del Mundo...Las Montañas se eregían majestuosas.
Tierra sobre Tierra. Polvo sobre Polvo...Roca sobre Roca.
Las murallas nacidas del viejo y cansado Mundo... que guardaban...su libertad.
A sus pies, los bastos bosques que ocultaban las rutas secretas hasta la Puerta. Más allá, el ancho contiente. Allí donde nunca se internaban.
Hacía días que habían recibido informes de los agentes en misión. Los ejércitos del Rayo habían cruzado el País del Fuego escoltados por los mejores hombres de la Guardia del Hokage. A su paso por los poblados y campos, efusivos vítores y salvas eran lanzados al aire. Los campesinos, nerviosos y expectantes ante el fulgor del Sol reflejado en las brillantes armaduras, alzaban sus guadañas y hoces en señal de respeto y victoria al paso de las ordas de oscura piel.
Si los cálculos de la Divisón de Inteligencia estaban en lo cierto, apenas faltaban unas pocas horas para que el invasor atravesara el río que separaba los países de la región de Tenchi.
Nadie saldría a su paso. Las pequeñas villas que defendían con sus fuerzas shinobi los territorios de Tenchi, habían sido masacradas en incursiones por los hombres del Raikage. El País de la Cascada...el País de la Hierba...Nadie había sobrevivido. Corrían rumores de que los pocos aldeanos de las zonas periféricas, habían huído a toda prisa, dejando atrás casas, víveres y ganado, buscando desesperadamente el amparo del País del Tifón. Al parecer, y a cambio de sus vidas, prestarían su servicio a un misterioso hombre llamado...Yahiko.
En los puestos de vigilia, todo era un armónico caos de actividad. Las murallas hervían en un continuo tránsito de rojizos ropajes y acero. Cientos de miles de armas eran afiladas, preparándolas para el único fín y propósito con el cual fueron forjadas. Aquél mismo destino cruel y hermoso, que compartían Soldado y Espada. Siervo y Señor. Ninja y Kunai.
La Guerra.
Nadie estaba tranquilo. Nadie se detenía. Nadie descansaba. Nadie...salvo él.
Más allá del ruido de los preparativos, situado sobre sus propios hombres. En lo alto de las murallas, esculpidas en la propia Roca. En la cima de las Montañas, allí desde donde se ve el Mundo.
La sombra de una túnica ondeando al viento danzaba con las primeras luces del amanecer.
Rodilla en tierra, como si su deseo fuera escuchar las susurrantes voces de la viva Roca. Su mirada impasible vagaba perdida por el ancho horizonte, viendo algo que nadie más podía ver. Tal vez, fantasmas del pasado. O quizás, esperanzas para el Futuro.
Se puso en pie. Cansado, pero jamás abatido. Firme como la Piedra que soporta el peso del Mundo. El Pilar de un pueblo que siempre amó.
Miró al cielo, y en un fugaz instante, la brisa se llevó su presencia. Desapareció.
Ruge la Montaña. El eco de mil cuernos corre como la pólvora entre las cavernas, devuelto al exterior como si los mismísimos Dragones de los Tenbin hubieran vuelto de su largo viaje.
Se hace el silencio. El País se detiene. El pueblo espera.
Allí está él. La única imagen que puede insuflar esperanza en sus corazones. Consciente de la larga espera de sus hombres, que ansían verlo. El pueblo alza sus ojos, y le encuentra.
La Sombra de Tierra. El Mûjin. El General.
- ¡Soldados! ¡Un largo camino hemos recorrido para llegar hasta aquí! ¡Un camino lleno de dolor, sufrimiento, muerte, e injusticia! ¡Nunca se dijo que fuera fácil! ¡Y aún ahora..! ¡¡ESTAMOS AQUí!!El estruendo del clamor de mil guerreros corta el aliento. Las aves levantan el vuelo espantadas por el rugir de la Montaña. Las campanas de la Guerra tañen en el acero golpeando los escudos.
Una sola mano al frente basta para acallarlos a todos.
- ¡Llegará el día, en que toda nuestra Fé, golpee como el martillo a los decrépitos gobiernos que perdieron la razón a causa de su codicia! ¡A aquellos que osaron esclavizarnos! ¡A los que reclamaron el suelo de nuestros padres para sí mismos! ¡A quienes en su único acto que los condenó, osaron negarnos nuestro más preciado tesoro! ¡Nuestra única alegría! ¡Nuestro único bien! ¡¡Nuestra...LIBERTAD!!Ya nada puede frenar su ardor. Los hombres han despertado. El ejército clama a su ira. Sí...definitivamnte, han despertado.
En mitad del estruendo, una voz se eleva en ultratumba para arengar a las tropas.
- ¡¡YO DIGO QUE HOY ES ES DÍA!! ¡QUE NO ESPERAREMOS UN MAÑANA! ¡NO TEMAIS MORIR EN ESTA TIERRA! ¡PUES ES LA QUE OS HA VISTO CRECER! ¡LA QUE SIEMPRE PROTEGISTEIS! ¡VUESTRA HERENCIA! ¡VUESTRA ESPERANZA!
¡JAMAS RETROCEDAIS ANTE LA ADVERSIDAD! ¡MIRADLA DE FRENTE Y ESCUPIDLE A LA CARA!
¡Y A AQUELLOS QUE OS AMENACEN! ¡QUE OS INJURIEN! ¡QUE DUDEN DE VUESTRA FORTALEZA! ¡DE VUESTRA CAPACIDAD! ¡DE VUESTRA FÉ!
¡A AQUELLOS QUE CREEN SER DUEÑOS DE NUESTROS DESTINOS!
¡MUERTE!
¡¡¡A LAS ARMAS!!! ¡¡¡LIBERTAD!!!<p align="center">
Se acerca la hora...